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Un pueblo entre las montañas

Actualizado: 20 oct 2020


Regla de oro… Cuando tengas la oportunidad de conocer algún lugar nuevo, nunca la desaproveches, si te va mal podrás darle vuelta a la página y si te va bien habrás descubierto algo que valía la pena y es así como surgió el plan para visitar la localidad de Villa de Santiago, como parte del recorrido de tres días por estas tierras del estado de Nuevo León y la mejor manera de hacerlo siempre será con gente local, pues son ellos quienes te pueden dar los mejores tips y evitarte los peores momentos.

Desde el día previo definimos la hora de salida, la cual a pesar del cansancio mío y del desvelo de mis anfitriones debíamos cumplir, pues los domingos esa ruta hacia nuestro destino se satura por llevar a uno de los sitios turísticos preferidos por la gente de Monterrey, quienes acudían para allá desde temprano para disfrutar tanto del pueblo mágico como de la presa “La Boca”, lugar donde muchas familias neoleonesas acaudaladas tienen sus destinos de recreo tanto en la orilla del lago que se forma, dentro del pueblito sacado de película y en la región montañosa que prácticamente ahí inicia.

Desayuno de campeones

La distancia del centro de la capital del estado a la cabecera del municipio de Santiago es de aproximadamente 40 kilómetros rumbo a Ciudad Victoria con una duración de una hora, lo cual evidentemente deja claro que el recorrido no es muy rápido. Si bien aunque el tiempo estaba ajustado, la levantada ameritaba un buen desayuno, por lo cual iniciamos con una parada en el famoso “Merendero Tino” originalmente llamado Cosme. Había que ir a lo seguro y necesitábamos saber que lo había mantenido tan bien posicionado después de 60 años… la explicación fue simple, ofrecer guisados típicos de la región respetando el sabor casero y el uso de cazuelas. Yo soy de los que sienten que el huevo debe ser parte de una buena dieta, así que me incliné por una orden con machaca, la cual venía acompañada de aguacate y aunque la porción era suficiente, viendo que las tortillas eran hechas a mano, aproveché para no irme sin probar la barbacoa que según me decían, en esta región era diferente a la que se ofrece hacía la parte central del país, pues acá se prepara con la carne de la cabeza deshebrada y en taco, sin el tradicional consomé y debo confesar que bien valió la pena la gula, pues solo para que no me contaran tuve que probar sus dos versiones; un taco en tortilla de harina y otro en una de maíz

Tip: La carta es amplia y dependerá de gustos y hora en que se visite; sin duda los destacados son el menudo, la machaca con huevo, la barbacoa, la carne seca, el bistec ranchero y el caldo de res. El consumo promedio para un desayuno ronda los $150 (US$7.50), pero depende también del diente de cada uno.

De trágico inicio a alegre final

Con el corazón muy contento por aquello de la barriga llena, retomamos nuestro camino y en unos diez minutos habíamos llegado a nuestro destino, estábamos en la Villa de Santiago que de entrada nos sorprendió pues tenía las características deseadas en una población con la denominación de Pueblo Mágico; con calles y fachadas perfectamente cuidadas, con lugares obligados como la plaza central como el corazón de la ciudad, donde puedes caminar mientras disfrutas un helado o explorar la iglesia con su arquitectura barroca, el Museo de Historia para conocer un poco más del origen del lugar y el mirador que además de tener una vista del pueblo desde lo alto, como portal a la Sierra Madre Oriental , también se puede apreciar la presa que está cruzando la carretera. (Si quieres ver el recorrido en video, te dejo el enlace https://www.periscope.tv/AmorXMexico/1lPKqnowlZwGb), y el toque colonial que mantiene desde 1645 cuando Diego de Montemayor dio inicio a este pintoresco pueblo, aunque también hay que destacar que tuvo su historia gris, pues los pobladores originarios resultaron bravos para defender sus tierras y casi acaban con la historia del entonces pequeño pueblo, obligando a quienes habían adquirido los terrenos y sus trabajadores a abandonar el asentamiento, pero muchas veces el destino ya está escrito y algo sucedió que hizo que ambas partes pudieran convivir, me gusta pensar que fue el trabajo ya que es algo que caracteriza a la gente de aquellas tierras, pues se comenzaron a construir haciendas que se dedicaron a la producción de manzanas.

Tip: Si visitas éste poblado no hay duda que debes hacer la reservación lo antes posible, pues no cuenta con grandes hoteles y se satura muy rápido, aunque por la cercanía mi sugerencia es que lo hagas en Monterrey, pues el traslado es fácil y podrías obtener un mejor hotel por un precio menor.

Quizás la mayor virtud del pueblo sea ofrecer hermosos paisajes, pues si se impidiera el acceso a vehículos podríamos sentir claramente que nos trasladamos siglos atrás, por sus bien conservadas fachadas, con sus ventanales y puertas de madera rematados por techos de teja… pero no hay que dejarnos engañar del todo, pues en muchos de esos lugares lejos de haber una casa donde habita una señora de edad avanzada, es muy probable que te sorprendas encontrando una tienda de artesanías, una cafetería, un restaurante, una nevería o algún hotel, por lo que no dudes entrar a donde veas una puerta abierta, sin duda gratamente te irás sorprendiendo como me paso a mí, que al entrar en un lugar (que tristemente no recuerdo el nombre), estaban preparando algo a la parrilla y como buen turista me acerqué a preguntar, no sé cómo pero en unos segundos me encontraba tortilla en mano, llenándola de algo llamado machitos asados (no confundirlos con las criadillas, pues en este caso son parte de los intestinos del animal; un poco parecido a lo que en Argentina llaman chinchulines y en Uruguay, chotos) y no te dejes limitar por cómo suena, ya que en realidad con salsa molcajeteada, (no fue mi caso pues no como picante), lechuga y cebolla tienen un sabor extraordinario.

Artesanías, ‘tragazón’ y modernidad

La caminata estaba buena pero casi terminaba nuestro viaje, por lo que después de disfrutar nuestra estancia en la villa había que tomar el trayecto de regreso, el tiempo no dio para conocer y disfrutar la presa que mencionaba al principio por lo que quedará como un pendiente, aunque tampoco hay que decir que la extrañamos pues en nuestro trayecto pasamos por una zona conocida como Los Cavazos, en la cual a pie de carretera hay una larga fila de locales perfectamente instalados y que estratégicamente ofrecen artesanías y delicias de la región, por lo cual hicimos una parada para recorrerla y además de terminar comprando principalmente dulces, también nos comimos unas gorditas de azúcar acompañadas por un jugo de color y consistencia extraña llamado agua miel, que se extrae de la caña de azúcar y que a pesar de lo dulce, debo decir que me encantó.

Continuamos nuestro recorrido hacia la ciudad, pero los anfitriones me tenían preparada una sorpresa más con un centro comercial y es que a pesar de que me dijeron que era un espacio diferente que buscaba la armonía entre la modernidad y la naturaleza, sus palabras se quedaron cortas y quedé sorprendido por el llamado Pueblo Serena; una plaza llena de glamour con una amplia oferta gastronómica, la cual por tiempo no pudimos probar pero habremos de volver, el diseño de sus espacios abiertos y la combinación de materiales le dan un gran toque orgánico y aunque por tiempo nos pudimos quedarnos más, de noche debe ser espectacular la vista pues tiene este tipo de iluminación moderna basada en focos “antiguos”.

Tip: El tipo de tiendas y restaurantes que observamos denotan que es un espacio donde predominan los negocios de alto nivel, aunque tampoco es restrictivo y sin consumir nada puedes disfrutar de los espacios y de los festivales que se suelen organizar.

Aún teníamos puntos pendientes en el plan, así que nuevamente tomamos carretera y en poco más de diez minutos estábamos en el Parque Fundidora, aunque no puedo negar que fue tal mi insistencia que corriendo pasamos a una carnicería para comprar lo que yo denominaría “Kit Regio”; que incluye diferentes cortes de carne, chicharrón, empalmes y para la espera, un agua mineral Topo Chico… Después del breviario cultural regresemos al parque, estacionamos el carro y como todo ahí es muy grande, aprovechamos el trayecto para disfrutar un poco de la arqueología industrial que se va encontrando dispersa en el área, pues recordemos que habíamos dicho en una publicación anterior que aquí había estado lo que fuera una de las más emblemáticas empresas que ha tenido la ciudad.

Finalmente llegamos al Horno 3, el cual a un costado tiene integrado el restaurante Lingote y como los turistas también comemos, no quedaba de otra más que ver la carta, disfrutar la comida, la buena plática y la increíble vista desde su terraza a más de 20 metros de altura.

Así terminó esta aventura en la famosa Sultana del Norte; el sol cayendo sobre sus montañas, bañando las nubes con un tono dorado y yo añorando no haber podido reencontrarme con algo que quedará pendiente… he de decir que amenazo con volver, esperando ahora si tener de frente y al descubierto el cerro de la silla y la oportunidad de aventurarme aún más en la sierra.

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